Cuando se piensa en Cartagena, tanto foráneos como propios -o tanto propios como foráneos- coinciden plenamente en reconocer que el mantenido carácter de plaza militar ha sido uno de los hechos que más han contribuido a configurar el peculiar modo de ser de este rincón del Mediterráneo. A este respecto, al reflexionar sobre la ciudad, presto acuden las referencias militares. En resumen, hoy, la estrecha relación con la Armada, Arsenal y Regimiento de Artillería se da por sabida y cotidiana; aunque pudiera interpretarse como menos evidente la relación con el Ejército del Aire… pero realmente no es así, ni lo ha sido históricamente.
En efecto, ya en los albores del siglo XX, cuando emergen las tecnologías del vuelo, Cartagena -ejerciendo en su «cosmopolita modernidad»- acogerá dos de los más tempranos festivales de aviación organizados en España (1912-1913). Apenas dos años después se instalará en los Alcázares la base de la Aeronáutica Militar, posteriormente seguida por la Aeronáutica Naval en San Javier; la cual evolucionará hasta convertirse en la actual Academia General del Aire, (AGA).
Desde estos inicios la ciudad estableció sólidos vínculos con el Arma Aérea de modo que, cuando por motivo de la campaña de Marruecos en 1921, todas las provincias españolas deciden regalar aviones al Ejército, la ciudad contribuye con 1.000 pesetas al avión «provincial», pero regalará también uno propio: un magnifico De Havilland DH, adaptado como bombardero con motor Rolls Royce de 275 HP, que costó la respetable cantidad de 33.500 pesetas y que lució en su fuselaje el llamativo rótulo de ‘Avión Cartagena’.
Aún mayor proximidad, entre el Ejército del Aire y la ciudad, se llegaría a producir en nuestros días con el establecimiento de estrechos lazos entre la Academia General del Aire y la actividad docente e investigadora de nuestra Universidad Politécnica. Desde hacía años, profesores de la UPCT habían venido ocupándose de la docencia en asignaturas científico-tecnológicas de la AGA. Esta relación, desarrollada en un convenio con el Ministerio de Defensa, culminó con la puesta en marcha, dentro del Nuevo Sistema de Formación Militar, del Centro Universitario de la Defensa, CUD, de San Javier (como centro de titularidad pública adscrito a la UPCT). En este centro de nueva creación ubicado en la AGA, los futuros Oficiales del Ejército del Aire cursan -en forma simultánea con los estudios militares seguidos en la Academia- el Grado de Ingeniero en Organización Industrial.
La UPCT no dudó en incorporar este nuevo objetivo, plenamente coherente con su condición de servicio público y el cumplimiento de la premisa de atender a las demandas de la sociedad en su entorno. La nueva responsabilidad fue acogida con plena ilusión, dedicación y entusiasmo, tanto por el actual equipo rectoral y el resto de la estructura universitaria (incluidos los Servicios y profesores colaboradores de la UPCT), como por el personal propio del Centro Adscrito (PDI, PAS y equipo de dirección).
También en nuestros días -y como reforzamiento de las estrechas relaciones entre ambas instituciones- la presencia de un nuevo avión relacionado con la ciudad ha venido a integrarse en esta serie de «aviones de Cartagena». Recientemente la UPCT ha acogido, en su Campus de la Muralla del Mar, el ya popularmente llamado ‘Avión de Antiguones‘; un C-101 con los colores de la Patrulla Águila, ofrecido por el Ejército del Aire.
Por uno de esos azares del destino, que en ocasiones mejora a los guionistas más imaginativos, el C-101 parece despegar precisamente junto al viejo Cuartel de Antiguones donde el Sargento del Regimiento España, Luis Cernuda, llegó a construir otro de los «aviones de Cartagena»; un aeroplano de diseño propio. Por desgracia, tristemente destinado a ser destruido, en su propio hangar del Almarjal, por una furiosa tempestad desatada la noche anterior a su vuelo inaugural (23-02-1914). De haberse producido, este vuelo habría sido anterior en cuatro meses, al hoy reconocido como primero -con éxito- de un aeroplano construido en España (Heraclio Alfaro, 22-06-1914).
Pero, superando a la Tecnología y a la Historia, hay otro valor en el ‘Avión de Antiguones’. Ciertamente, ante el C-101, muchos cartageneros podrán emocionarse contando a sus hijos -y a los hijos de sus hijos- la primera vez que le vieron cruzar la dársena de Cartagena, junto a sus otros compañeros de la Patrulla Águila; ‘rayando’ sus cielos con los colores de la bandera.