MUJERES, ESPOSAS DE PROCESIONISTAS
Mujeres de procesionistas: esposas, novias, madres, hijas y hermanas… Sois como ramilletes de flores que adornan a nuestra Santísima Virgen del Primer Dolor.
Vuestra demostrada abnegación y cariño por todo lo relacionado con las procesiones de Semana Santa, nos enorgullece.
Somos conscientes de que al dedicarnos en estas fechas, por entero al noble quehacer procesionil, es un sacrificio para todas vosotras.
Sabemos que, durante todo el año, sois sumamente consecuentes con nosotros; sobre todo, cuando es abandonarnos con motivo de las asiduas y frecuentes reuniones procesionales necesarias para la complicada organización de nuestros tercios. Y nos enorgullecemos, a la par que os agradecemos el primor, la atención y cariño que ponéis en la preparación de nuestro vestuario. Y luego, tras el balcón o la ventana os quedáis solas, con una triste sonrisa, viéndonos partir hacia la Iglesia.
Sí, mujeres de procesionistas, sois el espíritu, el alma y la sal de nuestra Semana Santa. Sin vuestra estimada y valiosísima colaboración no sería posible la organización de estos nuestros prodigiosos desfiles pasionarios, orgullo y asombro de propios y extraños.
A nuestra ciudad llega la primavera, renaciendo en los naranjos y limoneros y en nuestras venas, la savia nueva que nos renueva todos los años al conjuro de las entrañables notas de nuestras emotivas marchas procesionales.
La mujer procesionista lleva un sello especial que la predispone al sacrificio, a admirar y aplaudir a los majestuosos tercios de penitentes y tronos que desfilan ante ella, y en particular al de la agrupación a la que pertenecemos, donde caminan sus amores. Y con esta predisposición, cuando contemplan el soberbio desfile procesionil, admiran y se extasían con la eclosión de las flores de sus tronos, donde se enseñorea el clavel, el lirio, la rosa, el nardo, el alhelí… El orden y disciplina, el entusiasmo, la penitencia, la perfección…
Y cuando estas mujeres de procesionistas, contempláis ávidas el desfile penitencial en la majestuosa noche del Miércoles, Viernes Santo o en la esplendorosa mañana del Domingo de Resurrección, acompañado de las sentidas y emocionadas marchas musicales, esbozando una sonrisa de orgullo procesional, irrumpen en delirantes y entusiastas aplausos.
Tercios y tronos pasan por vuestro lado: serenos, majestuosos, imponentes… Dejando tras de sí una asombrosa estela de admiración… Al fin, aparece el estandarte del tercio donde desfilan vuestros amores, y vuestra alegría y admiración llega al límite. Y es entonces, cuando vivamente emocionadas, soñando despiertas, exclamáis a los que se encuentran a vuestro lado: “¡Ahí en ese tercio va mi esposo… (“Mi novio”… “Mi hijo”… “Mi hermano”…) !” ¡Es el cuarto de la fila derecha! Y si no lo habéis pronunciado, lo habéis meditado en silencio, con infinito amor.
Y efectivamente, en ese conjuntado y maravilloso tercio, camina vuestro esposo… tu novio… tu hijo… o tu hermano… Sintiéndose también, orgullosos de haberos conocido y estar vinculados a vosotras.
Es cierto, mujeres de procesionistas, que en nuestros desfiles pasionarios, pasamos por vuestro lado en silencio, como extraños, como si no os conociéramos. Pero no es menos cierto, que nuestros ansiosos ojos os van buscando por toda la carrera con suma ansiedad y cuando por fin os descubrimos, con acendrado amor, con inmensa alegría nos decimos: “Allí está mi esposa y mis hijos”… “Ya veo a mi madre”… “Pos allí está mi novia”… “Qué bonita está”…
Y con la emoción del momento, suplicamos a nuestra Stma. Virgen para que nos conserven a ese extraordinario ramillete de esposas, novias, madres y hermanas que nos contemplan en silencio, adivinando en nuestros ojos el natural cansancio, paliado por la ilusión y la penitencia que entraña en todo cofrade procesionista. Los acordes musicales de nuestras marchas nos sacan de las divagaciones, del ensimismamiento en que estamos sumidos. Y, despreciando las molestias que produce el ir encerrado en nuestra prisión de raso, continuamos el desfile pasionario con el único pensamiento de que pronto os volveremos a ver.
Yo sé, mujeres de procesionistas, que a partir de hoy, vuestro entusiasmo por nuestra Semana Santa será más acentuado y, vuestra colaboración más estrecha y valiosa.
Mujeres vinculadas a las agrupaciones pasionarias, aceptar de corazón este pequeño homenaje que, de corazón, os ofrecemos con inmenso cariño y con toda la admiración de que sois merecedoras.
Gracias por todo. ¡Y que Dios os bendiga! ¡Sois en verdad formidables!
Homenaje a “las mujeres, esposas de procesionistas”, por D. Luis Linares Botella
Javier Linares Ferrando con el Monumento al Procesionista que surgió de una idea de su padre «Luis Linares Botella»