Así será Windows 8
Microsoft muestra un avance de su próximo sistema operativo con cambios sustanciales respecto a versiones anteriores
Microsoft ha dejado ver un adelanto de la próxima versión de Windows y la sorpresa ha sido generalizada. El sistema operativo muestra una imagen totalmente renovada que rompe con inercias anteriores.
La irrupción de los dispositivos táctiles en el mercado de la tecnología de consumo ha impulsado un cambio de rumbo, y Microsoft parece haber encontrado una mirada propia al respecto.
Los iconos que hasta ahora representaban a las aplicaciones han sido sustituidos por unos bloques de mayor tamaño a los que han denominado ‘pilas’. Un concepto que se dejó ver primero en su Windows Phone 7, la apuesta de la compañía para los teléfonos móviles. Se trata de unos espacios que, además de identificar de forma inequívoca a una aplicación o función del sistema, permiten mostrar actualizaciones o información adicional. Estas ‘pilas’, presentadas como una suerte de rectángulos de colores que se encajan unos con otros, forman un bloque que el usuario puede deslizar a derecha e izquierda para acceder a nuevos espacios.
Microsoft asegura que sólo habrá una versión de su Windows 8 que funcionará en una gran y heterogénea familia de dispositivos. Ésta es probablemente la apuesta más arriesgada. El nuevo Windows parece diseñado para ser usado con los dedos. Sin embargo, la idea de sus creadores es que funcione por igual en todo tipo de ordenadores y tabletas, por lo que habrá que comprobar si su uso se hace igual de cómodo con el ratón.
Virtudes y defectos
Pasar de una aplicación a otra es coser y cantar. Basta con arrastrar el dedo o el cursor desde el margen izquierdo hacia el centro para alternar entre ellas. Para acceder al menú de inicio, el gesto es el mismo pero desde el lado derecho.
Una de las soluciones mejor implementadas es la posibilidad dividir la ventana en dos para ejecutar varias aplicaciones a la vez. Otro de los puntos fuertes, según lo visto en las primeras demostraciones, es la fluidez de funcionamiento general del sistema; el débil, sin duda, es la convivencia de esta capa de innovación con elementos y conceptos del sistema actual. Con solo una pulsación estaremos de vuelta en el interfaz de Windows 7. El gestor de archivos es el mismo y los programas que no hayan sido adaptados, seguirán funcionando en un modo de compatibilidad que mantiene las ventanas clásicas en una mezcla de difícil digestión.
¿El despertar de Microsoft?
En menos de cinco años, Microsfot ha perdido el poder que tenía para marcar el paso de la industria tecnológica. Una cadena de decisiones equivocadas y de productos que no cumplían con las exigencias de los usuarios la han situado muy lejos de aquella atalaya monopolística desde la que divisaba sin temor el devenir de sus adversarios.
El gigante de Redmon no calculó correctamente el potencial de Google, con quien no entró a competir con la energía suficiente cuando todavía tenía la posibilidad de hacerlo; menospreció el potencial de una compañía de California que estaba al borde de la desaparición a finales de los noventa y que empezó a vender un reproductor de música muy caro (el iPod) y unos ordenadores de colores sin disquetera (los iMac). Microsoft vio con cierta tranquilidad cómo esa misma compañía lanzaba en 2007 su primer teléfono móvil. No tenía teclado, era táctil y de nombre le habían puesto iPhone. Entonces, Steve Ballmer, director ejecutivo de Microsoft, se atrevió a burlarse abiertamente del producto de Apple al que consideró «el teléfono más caro del mundo» y al que auguró un futuro poco halagüeño. Su falta de teclado le parecía a Ballmer un defecto insalvable que lo haría fracasar. Tenía una confianza plena en ello. «No hay ninguna posibilidad de que el iPhone obtenga una cuota de mercado significativa», aventuró.
A estos errores de apreciación respecto a la capacidad real de su competencia se sumó el errático rumbo de su producto estrella. Al lanzamiento en octubre de 2001 de Windows XP le siguieron más de cinco años de nada. No hubo nuevas versiones, ni nuevas características en ese tiempo, únicamente tres ‘Service Packs’ o grandes actualizaciones que no hicieron más que parchear problemas de estabilidad y de seguridad. Se trata del periodo más extenso transcurrido nunca entre dos versiones del sistema. Cuando en enero de 2007, Microsoft lanzó al fin su Windows Vista, las expectativas de los usuarios se vieron defraudadas. Vista era extremadamente lento y sus problemas de compatibilidad con componentes y periféricos se ganaron la antipatía de muchos.
En octubre de 2009 llegó Windows 7. Un sistema muy similar a Windows Vista pero de funcionamiento más refinado.
Ahora Microsoft tiene entre manos una interfaz pulida y una idea que goza del favor del público. Si lo que hay detrás del nuevo vestido está a la altura o no será lo que determine el futuro del sistema Windows. El momento es clave. Apple lanzó ayer Mac Os X Lion y una renovación del sistema operativo del iPhone y el iPad; Google sigue dando pasos firmes con sus Android y Chrome; Linux ha ganado adeptos; y Hewlett Packard ya ha anunciado su intención de instalar WebOS, el sistema para teléfonos y tabletas que adquirió junto con Palm, en sus ordenadores. Toda una declaración de guerra de uno de los socios históricos de Microsoft.